Conservación preventiva y planes de conservación: el primer paso para cuidar de su colección
- ccconservacao
- 30 jun
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 17 jul
¿Por qué empezar por aquí?
Quienes trabajan con patrimonio – ya sea en bibliotecas, archivos, museos u otras instituciones culturales – saben que los recursos siempre son limitados. Pero lo que a menudo pasa desapercibido es que la mayoría de los problemas de conservación no ocurren de repente. Se desarrollan lentamente, en silencio, hasta que es demasiado tarde.
Empezar por la conservación preventiva es invertir esta lógica. Es detenerse antes de correr, observar antes de intervenir, planificar antes de actuar. Y ahí entra el plan de conservación: una herramienta esencial para entender qué está en riesgo, qué debe hacerse y por dónde comenzar.

¿Qué es la conservación preventiva (y qué no lo es)?
La conservación preventiva es el área de la conservación dedicada a proteger los bienes culturales sin intervenir directamente sobre ellos. No se trata de restauración ni de tratamientos materiales, sino de crear condiciones que ralenticen o eviten su deterioro.
Consiste en controlar el ambiente (temperatura, humedad, luz), garantizar un buen acondicionamiento, promover buenas prácticas de manipulación y planificar la organización de los espacios. Y, sobre todo, se trata de evitar que los daños ocurran, incluso cuando los agentes de deterioro aún no se perciben.
La conservación preventiva actúa como un sistema en capas: el edificio protege la sala, la sala protege el mobiliario, el mobiliario protege la caja, y la caja protege el objeto.

Planes de conservación: ¿qué son y para qué sirven?
Un plan de conservación es un documento técnico que identifica los riesgos y necesidades de una colección, define prioridades y propone medidas concretas para garantizar su preservación. Puede ser más o menos complejo, pero siempre es una herramienta práctica y adaptada al contexto de cada institución.
A diferencia de un diagnóstico aislado, un plan no se queda en la descripción de los problemas. Propone caminos: ¿qué riesgos son más graves? ¿Cuáles más urgentes? ¿Qué acciones son viables con los recursos disponibles? ¿Dónde será necesario apoyo externo? ¿Y cómo integrar todo esto en los objetivos generales de la institución?
Las 4 dimensiones fundamentales del diagnóstico:
Edificio,
Colecciones,
Entorno,
Emergencias.

¿Entonces… esto es solo “sentido común”?
Muchos aspectos de la conservación preventiva parecen evidentes: no apilar libros pesados sobre cuadernos frágiles, evitar la humedad, limpiar el polvo, no dejar ventanas abiertas. Pero sin una visión técnica y sistemática, los errores se acumulan:
– La estantería está impecable… pero pegada a una pared con filtraciones.
– La digitalización avanzó… pero las fotografías originales no estaban estabilizadas ni listas para ser digitalizadas.
– Se usan guantes… pero son de algodón, absorben suciedad, sueltan fibras y pueden rasgar el papel frágil.
– Oportunidad de financiación… pero se perdió por falta de justificación técnica o adecuación.
Aplicar buenas prácticas no es complicado, pero requiere tiempo, conocimiento técnico y recursos que no siempre están disponibles. Sin orientación especializada, se posponen decisiones importantes, se repiten errores o se invierte donde el riesgo es mínimo.
Un plan de conservación permite ver el conjunto, definir prioridades y evitar soluciones falsas o costosas.

Primeros pasos que cualquier institución puede dar
Incluso antes de contar con un plan completo, hay medidas sencillas que cualquier equipo puede poner en práctica:
Checklist – 5 pasos para empezar con la conservación preventiva
Observar – Identificar áreas críticas, documentos frágiles o señales de deterioro.
Registrar – Crear un cuaderno de incidencias: cambios de temperatura, entradas de agua, plagas, etc.
Medir – Instalar termo-higrómetros y registrar los valores de humedad relativa y temperatura.
Organizar – Separar materiales más sensibles, optimizar el espacio, mejorar la ventilación.
Sensibilizar – Reforzar buenas prácticas de manipulación y limpieza con todo el equipo.

Pero para garantizar la eficacia, sostenibilidad y una correcta definición de prioridades, un plan técnico sigue siendo el mejor camino.
Para terminar: conservar es decidir bien, antes de tiempo
La conservación preventiva no es un lujo. Es una forma más inteligente, económica y duradera de cuidar de las colecciones.
Un plan de conservación ayuda a las instituciones a dejar de reaccionar para empezar a anticiparse.
Permite tomar decisiones con base técnica.
Definir prioridades.
Evitar desperdicios.
Y construir una gestión más autónoma e informada.
Conservar no es solo mantener lo que existe.
Es crear las condiciones para que el patrimonio siga teniendo sentido en el futuro.
Así como recurrimos a abogados, contables o técnicos informáticos cuando hace falta, también el patrimonio puede beneficiarse de un apoyo técnico externo y especializado.
La conservación no tiene por qué improvisarse ni recaer sobre una sola persona. Contar con asistencia profesional cualificada permite reducir costes fijos de personal, obtener orientación adaptada y evitar pérdidas irreversibles que solo se resuelven con restauración… o ya sin solución posible.
En Catarina Cortes Conservación & atelier CCC, ayudamos a las instituciones a dar ese primer paso – de forma realista, gradual y ajustada a su contexto.
¿Quiere saber más y empezar ya a crear las mejores condiciones para su colección?



